martes, 25 de noviembre de 2014

El juego de azar no es un juego




EL JUEGO Y EL CEREBRO

JUGAR PUEDE SER PATOLÓGICO CUANDO SE CREA LA OBLIGACIÓN.

El riesgo y la aventura generan un placer innato. En el caso del juego, al inicio del mismo, se aprenden las circunstancias ambientales que rodean la situación de modo inconsciente. La recompensa o el éxito en el juego se asocia a estas circunstancias. Pueden ser olores, colores, sonidos, luces, y cuando aparecen, después de haber dejado de jugar, incitan a la persona a iniciar de nuevo la conducta de apostar, echar monedas o hacer click en el portal de Internet si el juego es online.

Las situaciones que entrañan peligro o riesgo provocan un aumento de dopamina en el cerebro. La dopamina es un neurotransmisor que procesa los estados de emoción positiva. El exceso de estimulación producido por la dopamina aumenta los receptores del glutamato, la internalización del calcio es muy intensa y se establece el recuerdo a largo plazo. El cerebro guarda la memoria del estímulo gratificante en el hipocampo. Es así como se establece la memoria emociona. Cuanto más placentero es el estímulo, más intensa y duradera es esta memoria emocional.

Para que se produzca la adicción es necesario un largo proceso en el que se consolida la asociación mencionada de juego de azar unido a otros estímulos que de vez en cuando llevan a ganar. Este proceso se instaura como un aprendizaje que, dependiendo del tiempo y frecuencia dedicado, puede convertirse en patológico.

Al percibir de nuevo esas circunstancias ambientales asociadas al juego, la dopamina promueve el recuerdo inconsciente asociado a la sensación placentera. Nuestro cerebro despierta la información necesaria para conseguir el premio, aunque esta recompensa no llegue, el impulso de jugar se mantiene.

Las actividades que nos generan recompensa si se hacen sin medida pueden convertirse en incontrolables y obsesivas por el efecto de la dopamina. Se pierde la capacidad de las neuronas de regular su equilibrio en las sinapsis.

Las alteraciones cerebrales no se resuelven sólo con fuerza de voluntad.

Los adolescentes son más vulnerables a desarrollar una adicción debido a que los sistemas de recompensa y los de la memoria emocional no están ajustados. La mayoría de conductas adictivas tienen su origen en esta etapa de la adolescencia.

Agradecemos esta información a la catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Navarra. https://www.youtube.com/watch?v=3B6ln5EUkOc